MANUAL DE PINTURA

Voy a empezar un MANUAL DE PINTURA, un diario que me sirva para acercar lo que hago a lo que pienso. (Espero publicarlo algún día).

1. EL TOQUE

De entrada quizá sea oportuno recordar que la pintura es un arte manual,  un asunto carnal, un magma que contiene montañas de pensamiento.

Cuando se pinta no basta con lograr la imagen, por ejemplo, una pareja entre los árboles con un cielo que amenaza tormenta, la casa al fondo. Importa cómo se construye el cuadro, cómo se da"el toque", y entiendo por "toque" toda suerte de maneras de componer y depositar la pintura en el soporte, la forma óptima de lograr su "carnalización".

No basta con rellenar sin salirse, no se trata sólo de pasar al cuadro fotografías, ni fotografías antiguas o fotogramas. La pintura es mucho más que una fotografía a mano.

El asunto se parece al Jazz, donde no es suficiente hacer audible la melodía sino cómo está interpretada. Así, en el toque es donde reside la diferencia entre un músico aficionado y los músicos superiores, como Miles Davis, Freddie Hubbard, Roy Hargrove, o Donald Byrd; trompetistas, también notablemente diferentes entre sí por el toque. Un estándar puede ser tocado por miles de músicos, pero sólo unos pocos consiguen que "suene".

En pintura tendríamos hoy a Peter Doig, Mama Andersson, Tuymans, Borremans, Alex Katz, Wilhem Sasnal, Eric Fishl, Neo Rauch, entre los mejores "tocadores de pintura" del mundo, cuyas voces propias no surgen tanto del tema, (a menudo son estándares, interiores con figuras, exteriores con figuras, sus combinaciones, o cosas elegidas de la cotidianeidad), sino en los recursos para lograrlo, en la infinidad de estrategias basadas en el toque, en tener habilidad para convertir el anhelo propio en carne pictórica.

Si coincidimos que en la música o la pintura es determinante que haya un instrumento que extienda las vibraciones de su autor , ya sea una trompeta o un pincel, importa sobremanera el toque, el soplo, la pulsación, la combinatoria entre el color que se pone y el que se evita, dónde se da, y muchas otras decisiones como el encaje, la dirección de la pincelada, el quiebro, cuánta carga le ponemos, el temperamento del gesto, ya sea esforzado como el caminar de un escarabajo o estudioso como el de la hormiga cuando tienta una miga de pan. También el acabado, que puede ser meloso, de miel, como en Morandi; o de carne que suda, como en Lucien Freud, Martin Kippenberger, o Eric Fischl. No digamos de la pintura más abstracta, libre de formas nombrables, ahí el toque es casi todo.

El toque expresa quién uno es y por dónde ha pasado.

Con esto planteo que es determinante la mímica personal, el roce propio, "los andares de cada uno" para ascender de pintor a compositor de cuadros. Puede haber constructores de cuadros, pero sin toque no hay pintor. Las pinceladas deberían ser las marcas intransferibles del pintor, su zona orinada, el registro de vivir.

Pienso en esto a menudo, y supongo que hay que seguir poniendo la atención en la imagen que contiene el cuadro, claro, sigue siendo el vehículo que nos lleva a otro lugar. Atender a la narración visual favorece que se escriba sobre ella, bueno es, pero si es verdad que la pintura actual se alza en España igual que en el extranjero, quizá sea buen momento para subirle el listón, que pase de curso, no contentándonos con titulares del tipo "el pintor reflexiona", como si la pintura fuese sólo una viñeta con bocadillo, o como si fuese una mera ilustración de una idea, sumisa por tanto de la palabra.
 Sería al revés, la pintura nace muda, sin subtítulos, sin apoyo teórico, con el lenguaje de la corporeidad. La pintura es un lenguaje no verbal sin gramática normalizada, que aspira a que en su contemplación surja un nuevo pensamiento.

Cuando miro una nueva creación de un pintor que me gusta, comienzo por aceptar que desconozco la gramática del cuadro, sus códigos, y en vez de sentirme amenazado por no saber qué pasa, me deleito en ese vacío semántico, creyendo que el cuadro me pone en bandeja que le busque un estado de ánimo. Si no lo encontrara, (es lo deseable), me invento uno guiado por su influencia. Se trata de escuchar mirando, hacer músculo con el espíritu, sentir lo nuevo, sentir más, ampliarse.

Mi deseo es que con la pintura actual en España ocurra como en la escena jazzística de París, Nueva York, o San Sebastián, donde la gente que entiende acudiera a las exposiciones, no tanto a ver imágenes, que se podrían ver luego en internet, sino a ponerse delante, a experimentar el cuerpo a cuerpo, en definitiva a fijarse en cómo están tocadas. (13/12/2014)